miércoles, mayo 07, 2008

Hipos y Cocos - Ema Wolf

Hace mucho tiempo los hipopótamos y los cocodrilos no eran como ahora. Pasó esto: Los hipos y los cocos siempre fueron vecinos. Los dos viven en ríos de aguas cálidas y les gusta chapotear en el barro de la orilla. Un día el hipo invitó al coco a tomar el té. Le preparó un sándwich de jamón y queso. El coco quiso devolverle la atención y el sábado siguiente invitó al hipo a compartir su merienda. Para no ser menos, lo convidó con sándwich de jamón, queso y tomate.
- Exquisito - dijo el hipo, muy impresionado con el agregado del tomate.
Pasaron siete días y el hipo volvió a invitar al coco.
Para ser más, le preparó un sándwich de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa y aceitunas.
- ¡Mmm! - dijo el coco-. He aquí un bocado importante.
Estaba envidioso. Pero no se iba a quedar atrás.

Al día siguiente invitó al hipo a su casa.
Entre dos rodajas de pan había una pila de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa, aceitunas, tortilla, lechuga, pickes y anchoas.
Así siguieron todos los días durante mucho tiempo. Uno para no ser menos, el otro para ser más. Los sándwiches crecieron a lo alto.
El último era una colina de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa, aceitunas, tortilla, lechuga, pickles, anchoas, berenjenas en escabeche, milanesa, butifarra, apio, mostaza, puré, budines, aros de cebolla, arroz, salchichas, una torta, etcétera, etcétera.
Por eso el hipo y el coco ahora tienen esas bocazas enormes.
Antes no eran así.
Antes tenían boquitas de dama antigua, tan delicadas que tomaban agua con pajita y hablaban con la u.

lunes, mayo 05, 2008

¿Por qué contar cuentos?

Para contestar a esa pregunta
me permito tomar
por prestado algunas de
las palabras de la
docente y narradora
Ana Padovani:

"Parecería que cada vez el hombre se va refugiando más
en un mundo cerrado,
con todos los aparatos a su disposición,
prescindiendo de los restantes seres
humanos en su afán por sentirse único, amo y rey de su dominio.
Sin embargo, no todo es tan así, el hombre sigue siendo tal y sus necesidades
básicas no las suplen los objetos ni las máquinas.
El afecto, el contacto de la piel,
las palabras de consuelo, la seguridad del amigo y tantas,
tantísismas otras cosas siguen siendo insustituibles y necesarias.
Y entre ellas, aunque no siempre es evidente,
el acto simple de sentarse a escuchar
un cuento con todo lo que implica: parar el ritmo
acelerado, salir del agobio o la
rutina que a veces supone la vida cotidiana, "oxigenarse", levitar,
desprenderse y gozar con la imaginación, transportarse
a otros mundos, llorar o reír con hazañas o
desventuras, creer en lo imposible.
Todo eso nos propone el escuchar cuentos:
¿puede dudarse, entonces, que es una actividad fecunda y
gozosa, esencialmente creativa y
posible para todos?"