Hace mucho tiempo los hipopótamos y los cocodrilos no eran como ahora.
Pasó esto:
Los hipos y los cocos siempre fueron vecinos. Los dos viven en ríos de aguas cálidas y les gusta chapotear en el barro de la orilla.
Un día el hipo invitó al coco a tomar el té. Le preparó un sándwich de jamón y queso.
El coco quiso devolverle la atención y el sábado siguiente invitó al hipo a compartir su merienda. Para no ser menos, lo convidó con sándwich de jamón, queso y tomate.
- Exquisito - dijo el hipo, muy impresionado con el agregado del tomate.
Pasaron siete días y el hipo volvió a invitar al coco.
Para ser más, le preparó un sándwich de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa y aceitunas.
- ¡Mmm! - dijo el coco-. He aquí un bocado importante.
Estaba envidioso. Pero no se iba a quedar atrás.
Al día siguiente invitó al hipo a su casa.
Entre dos rodajas de pan había una pila de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa, aceitunas, tortilla, lechuga, pickes y anchoas.
Así siguieron todos los días durante mucho tiempo. Uno para no ser menos, el otro para ser más. Los sándwiches crecieron a lo alto.
El último era una colina de jamón, queso, tomate, huevo duro, mayonesa, aceitunas, tortilla, lechuga, pickles, anchoas, berenjenas en escabeche, milanesa, butifarra, apio, mostaza, puré, budines, aros de cebolla, arroz, salchichas, una torta, etcétera, etcétera.
Por eso el hipo y el coco ahora tienen esas bocazas enormes.
Antes no eran así.
Antes tenían boquitas de dama antigua, tan delicadas que tomaban agua con pajita y hablaban con la u.